A vueltas con Ibrahim

La sesión del pasado martes es la segunda que dedicamos a esta novela de Eric-Enmanuel Schmitt en el club de lectura. Se enmarca en un proyecto interdisciplinar en el que se han implicado buena parte de los departamentos didácticos del centro, diseñando actividades para el alumnado de 3º de ESO.

En la presentación del autor, destacamos algunos aspectos de su biografía: que ejerció como profesor de Filosofía; que fue un adolescente rebelde con ocasionales ataques de violencia; su precocidad en el oficio de escritor, a partir de los dieciséis años; su afición a la música y, en particular, a la ópera; su incursión en el cine con la película «Odette Toulemonde»; etc.

A todos los asistentes, en torno a veinte, entre los que se encontraban cuatro miembros de la asociación de madres y padres, nos había parecido una novela poco desarrollada, aunque sustanciosa. Lo que más nos había interesado es el proceso de aprendizaje de Momo, que comienza siendo un personaje solitario y desgraciado, como su padre, pero que, poco a poco, gracias a su amistad con el señor Ibrahim, va descubriendo la vida (el valor de una sonrisa: «¡Tachán!: ¡Sonrisa!) y se va abriendo a los demás. Al mismo tiempo, este segundo personaje, de carácter tranquilo y afable, inteligente y observador, parece necesitar a Momo, como al hijo que nunca tuvo.

La relación que se establece entre ambos es sin duda lo mejor de la novela, hasta el punto de que anula a los demás personajes, apenas apuntados por Eric-Enmanuel Schmitt, El padre, por ejemplo, sirve de contrapunto al señor Ibrahim, pues representa lo contrario que éste: el aislamiento, el egoísmo, la depresión, la misantropía. Incapaz de educar a Momo llega a inventarse a un supuesto hermano de éste, Popol, como símbolo de la perfección.

Una de las alumnas, Alba, comentó que le había gustado el final de la novela. Lola abundó en esta misma opinión mencionando el carácter cíclico de esta, pues Momo sustituye al señor Ibrahim:

«Ahora yo soy Momo, el del colmado de la calle Azul, la calle Azul que nos es azul. Para todo el mundo soy el árabe de la esquina.»

El simbolismo del osito de peluche, que le regaló a la prostituta que le inicia en el sexo, lo tuvimos claro desde el principio: el fin de la niñez y la entrada en la edad adulta. También el del mar de la Media Luna Dorada: la muerte, que va buscando el señor Ibrahim. En cambio, el de las flores que se encontraban en el interior del Corán dio lugar a diferentes interpretaciones: algunos pensamos en el propio señor Ibrahim y su mujer fallecida; otros las entendieron como símbolos de la vida frente a los libros, incluso Toñi, una madre, llegó a conjeturar que una de las hojas representaba el amor y la otra la amistad.

Finalmente, coincidimos en lo acertado de muchos de los consejos que da el señor Ibrahim a Momo y que convierten esta novela en un tratado de moralidad:

  • Sonreír es lo que hace feliz a uno.
  • La belleza está en todas partes. Allí donde pongas los ojos.
  • Momo, la ausencia de respuesta es una respuesta.
  • Cuando quieras saber si estás en un lugar de ricos o de pobres, observa las papeleras.
  • Ah, no, por la autopista no, Momo… Las autopistas dicen: pases ustedes, aquí no hay nada que ver.

Sobre Pedro y el capitán

Sólo un grupo de profesores nos reunimos el pasado 5 de marzo, para hablar de Pedro y el capitán, obra de Mario Benedetti que habíamos tenido la oportunidad de ver representada, durante la las IV Jornadas de Teatro y Gastronomía, celebradas en nuestro centro. Diferentes circunstancias, relacionadas sobre todo con la preparación de exámenes, impidieron a alumnos que habían leído la obra participar en la sesión.

Pedro y el capitán, que inicialmente se pensó como una novela, es una obra representativa de un escritor comprometido con los más necesitados y defensor de los humanos, pues en ella se aborda el tema de la tortura. En concreto, es una larga conversación entre un torturador y un torturado, en la que la tortura, como tal, no está presente, aunque tiene una influencia directa sobre los diálogos. Esta ausencia la valoramos positivamente, porque «el espectador mantiene, como afirma el propio Benedetti en el prólogo, una mayor objetividad para juzgar cualquier proceso de degradación del ser humano».

La acción se sitúa en la segunda mitad del siglo XX, en algún país de América del Sur, donde era habitual la represión de los disidentes de izquierdas, incluidas las detenciones por motivos ideológicos y la práctica de la tortura.

Comentamos que, desgraciadamente, el tema sigue estando de actualidad, como pone de manifiesto la película La noche más oscura, donde se denuncian las torturas llevadas a cabo por los servicios secretos de los Estados Unidos, para encontrar a Bin Laden.

En cuanto al tiempo interior, Pedro, el torturado, lo vive con angustia, pues desea que su terrible sufrimiento, como consecuencia de los maltratos físicos, acabe, hasta que llega la convencimiento de que no puede sufrir más. En cambio, al capitán, en un principio, le resulta indiferente, pero, a medida que pasan las horas, lo percibe también con angustia, porque las torturas que se le están aplicando a Pedro, no consiguen el objetivo de que éste hable y delate a sus compañeros. En este sentido y muy atinadamente Mario Benedetti hace que cada uno de los de los cuatro actos de los que consta la obra finalice con un «no» a la delación.

La evolución de Pedro y su resistencia a las torturas nos pareció creíble; no tanto la del capitán, que pasa del cinismo y la prepotencia del principio a las dudas y a la mala conciencia del final, cuando sabe que no va a sacar ni una sola palabras a Pedro.

Nos planteamos cuál de los dos personajes es más libre: nuestra respuesta fue que Pedro, porque decide libremente aguantar las torturas, lo cual le engrandece como persona. Sin embargo, el capitán no lo es, porque está obligado a llevara cabo un trabajo horrible, que acaba avergonzándole.

Entre los temas secundarios que se abordan en la obra, destacamos: la lealtad de Pedro hacia sus compañeros; el odio que experimenta, primero, hacia el capitán, y después la lástima; el sadismo de éste, desde el momento en que comienza a excitarse con el sufrimiento de los demás, la resistencia pasiva de Pedro, que nos recordó a Gandhi; etc.

Casi toda la sesión se dedicó a hablar de estos dos personajes, pues son los protagonistas y los únicos que aparecen en la obra. Comentamos que los separaba la ideología: Pedro es un militante de izquierdas, que defiende la justicia social y el capitán es un hombre conservador, que justifica los malos tratos a los detenidos. No obstante, coincidimos en que la práctica de la tortura no es exclusiva de la derecha conservadora, pues también ha habido regímenes comunistas, como el de Stalin, donde se maltrataba y asesinaba a las personas.

Próxima lectura: El señor Ibrahim y las flores del Coran de Eric-Emmanuel Schmitt. Hablaremos sobre ella el 23 de abril, martes, a las 18 horas. Aquí podéis encontrar el guión para el debate.