La importancia de las miradas

A propuesta de María, hablamos ayer, martes, en el Club de Lectura, de Salomé, tragedia en un acto escrita por Óscar Wilde. Ella misma se encargó de hacer la presentación de este autor, nacido en Irlanda en 1854 en el seno de una familia de intelectuales: el padre era cirujano y arqueólogo y la madre poetisa. Fue educado en casa hasta los ocho años, demostrando una gran inteligencia y facilidad para los idiomas. Estudió con interés la literatura griega y se graduó en el Magdalen College. Se le vincula al movimiento esteticista, al que pertenecieron escritores como: Walter Pater, William Morris, Dante Gabriel Rossetti y Stéphane Mallarmé. Su comportamiento excéntrico, dejándose el pelo largo y despreciando los deportes considerados masculinos, le acarreó problemas en la sociedad inglesa, especialmente puritana. Se cuentan muchas anécdotas sobre él, entre las que destaca lo que contestó en la aduana, al iniciar un viaje a Estados Unidos: “No tengo nada que declarar, excepto mi genio”. Se vio envuelto en un escándalo, cuando denunció al padre de su amante, Alfred Douglas, que lo había acusado de homosexual. Hubo un juicio que perdió, siendo condenado a dos años de trabajos forzados. Desengañado con la sociedad inglesa y arruinado tanto física como espiritualmente, después de salir de prisión, se fue a vivir a París, donde murió a la edad de 46 años.

Cultivó todos los géneros literarios: el cuento (El fantasma de Canterville y El gigante egoísta, de los que hemos hablado en el Club de Lectura); la novela (El retrato de Dorian Gray), el teatro (La importancia de llamarse Ernesto y Salomé), la poesía (Balada de la cárcel de Reading) y el ensayo (La decadencia de la mentira).

El éxito de Óscar Wilde se basa en el estilo ingenioso e irónico que exhibe en sus obras, así como en la crítica a la hipocresía de sus contemporáneos.

En el turno de opiniones sobre Salomé, hubo juicios tibios, como el de Mª Carmen, a quien le había gustado, aunque no es una obra que recomendaría a sus amigos; o como el de José David, que consideró el final excesivamente macabro, en especial, cuando la protagonista arrebata al verdugo la cabeza sanguinolenta de Jokanaan, recién cortada, y le dice:

“¡Ah! ¡No querías dejarme que besara tu boca, Jokanaan! ¡Bueno; ahora te la besaré! La mordisquearé con mis dientes cual si fuese un fruto maduro. Sí, ahora te besaré en la boca, Jokanaan. Ya te lo dije. ¿No te lo había dicho? ¡Sí, te lo había dicho! ¡Ah! ¡Ah! Ahora te besaré en la boca…”

También Lourdes se sumó a esta línea de opiniones poco entusiastas, considerando, por encima de Salomé, a las comedias de Óscar Wilde, como La importancia de llamarse Ernesto, donde aborda críticamente las costumbres de la sociedad inglesa de finales del XIX.

No obstante, a pesar del dramatismo de la historia, Víctor llamó la atención sobre la comicidad de algunas escenas. Por ejemplo, las discusiones entre los fariseos, afirmando la existencia de los ángeles, y los saduceos, negándola, le habían recordado a la película La vida de Brian y los enfrentamientos dialécticos entre el Frente Popular de Judea y sus rivales políticos.

Ana comentó que había disfrutado mucho con el lenguaje en que está escrita y que se había sentido especialmente atraída por la personalidad y la independencia, como mujer, de Salomé.

Para Miguel el tema principal de la obra es el mito de la mujer fatal, que utiliza sus encantos para seducir y destruir a los hombres, y entre las que se encuentran: Lilith, primera mujer creada por Dios, según las tradiciones judías, que se rebeló contra éste, al negarse a colocarse debajo de Adán, durante el coito; Dalila, que sedujo con su belleza a Sansón, y consiguió que le contara el secreto de su gran fuerza; y por supuesto la Salomé de la Biblia, en la que se inspira Óscar Wilde, que baila la danza de los siete velos, para convencer a Herodes de que mate a Juan el Bautista.

Varios de los asistentes, entre los que nos encontrábamos Pepa, Carmen y yo mismo, comentamos la importancia de las miradas:

Las relaciones se establecen visualmente:

• Herodes observa libidinosamente a Salomé, porque la desea.
• Narraboth tampoco cesa de mirarla, porque está enamorado de ella.
• Salomé a su vez pide ver a Jokanaan, después de escuchar su voz, y lo consigue prometiéndole a Narraboth que lo mirará al día siguiente. Una vez que ve al profeta se siente atraída por él.
• Narraboth se suicida cuando Salomé deja de mirarle y, por tanto, deja de existir para ella.
• Jokanaan se niega a mirar a Salomé, rechazando así lo que ella representa: el deseo y el erotismo.
• Herodes no quiere ver a Jokanaan, porque le teme.

También la mirada nos lleva a la resolución de la tragedia, cuando los soldados no se limitan a matar a Salomé sino que la sepultan con sus escudos, para quitarla de la mirada de Herodes. Al no verla, es como si no existiera.

Además, las miradas son símbolos de mal augurio, como le dice un soldado a Narraboth: ”No deberías mirarla. La miras demasiado. Puede ocurrir algo funesto”.

Se podría decir que el que mira a alguien parece que tiene poder sobre él. Por eso, Jokanaan trata de evitar la mirada de Salomé y esta por su parte desea verle. En este sentido, Mª Jesús recordó el mito de la Gorgona Medusa, que tenía el poder de convertir en piedra a todo aquel que se atreviera a mirarla. Al igual que este personaje mitológico, Salomé repele y atrae al mismo tiempo, es decir, ambas son mujeres fatales que comparten el destino de la muerte.

Todos coincidimos en que Salomé se encuentra entre las obras que sugieren más que lo que dicen, especialmente por la presencia de símbolos:

La luna, por ejemplo, tiene diferentes significados, según los personajes que la vean. Parece que éstos ven reflejado en ella sus propios sentimientos y deseos:

• El Paje la ve como una muerta que se levanta de su sepulcro y no se da cuenta de que está anunciando la muerte de su amado Narraboth.
• Para este último es una pequeña princesa con un velo amarillo, pues está enamorado de ella.
• Salomé la contempla como una virgen que se conserva pura, como ella misma que aún no se han entregado a ningún hombre.
• Herodes como una mujer desnuda y presumida que desafía a sus rivales, que va en busca de amantes, como él mismo cuando desea libidinosamente a Salomé.
• Para Herodías es únicamente la luna, con lo cual demuestra que es el personaje más pragmático de la obra.

El anillo del tetrarca representa la muerte.

El viento caliente que nota Herodes y que no puede soportar, anuncia las muertes de, primero, de Jokanaan y, después, de Salomé.

Hablamos también de la ambivalencia de los personajes: Salomé, una mezcla de capacidad de seducción y destrucción; Herodes, cruel en el desempeño de sus funciones como tetrarca, pero al mismo tiempo temeroso; Herodías, apasionada como su hija, aunque también pragmática; etc.

Finalmente, vimos algunas escenas de la película de cine mudo Salomé, dirigida en 1923 por Charles Bryant y basada en la novela homónima de Óscar Wilde. Nos gustó especialmente el baile de los siete velos interpretado por la bailarina Aya Nazimoba, así como los personajes de Herodes y Herodías, que aparecían bastante caricaturizados.

Próxima lectura, sugerida por Carmen: Werther de Goethe. Seguimos, pues, en el romanticismo. Hablaremos de ella el martes, 13 de enero, a las 17:30.

Desde el Club de Lectura, felices fiestas a toda la comunidad educativa.