CON MIGUEL HERNÁNDEZ EN EL CLUB DE LECTURA

Comenzamos la sesión, con el poema “Con dos años”, cantado por Luis Pastor, que nos trajo recuerdos de una época lejana en que luchábamos contra la dictadura franquista. Su voz dulce y melodiosa, acompañada por el sonido del saxo, nos envolvió a todos y nos preparó para acercarnos a un género literario, la poesía lírica, en el que el autor expresa sus sentimientos.

Pero el protagonista fue Miguel Hernández, un poeta íntimamente ligado a la vida de los profesores, que asistimos ayer al Club de Lectura y que hemos participado, en las diversas actividades, organizadas en el centro, con motivo del primer centenario de su nacimiento. Para nosotros, volver a leer los poemas que marcaron nuestra juventud, ha sido como revivir aquella época, recordando y experimentando los mismos sentimientos.

Hay un romance, donde el poeta de Orihuela hace una llamada a la juventud para que defienda la España republicana, que resume bien nuestra actitud, durante estos días:

“Sangre que no se desborda,

juventud que no se atreve,

ni es sangre, ni es juventud,

ni relucen ni florecen.

Cuerpos que nacen vencidos,

vencidos y grises mueren:

vienen con la edad de un siglo,

y son viejos cuando vienen.

La juventud siempre empuja

la juventud siempre vence”

Así, nos hemos sentido nosotros: como jóvenes apasionados e idealistas, capaces de superar los límites y de vencer los obstáculos más difíciles, como se sintió el propio Miguel Hernández, cuya existencia estuvo marcada por tres ejes o por tres heridas, como nos dice el propio poeta: la del amor, la de la vida y la de la muerte.

Durante la sesión extraordinaria de ayer, leímos y comentamos poemas, donde se abordan estos aspectos centrales de la cosmovisión hernandiana:

El rayo o el deseo sexual, en interpretación de Eutimio Martín, que no le abandona nunca y le autodestruye:

“Esta obstinada piedra en mí brota

y sobre mí dirige la insistencia

de sus lluviosos rayos destructores”

La aparente materialización de este deseo, en el soneto, donde describe a una dama, desde los pies a la cintura, siguiendo un orden inverso al tradicional:

“Entro y dejo que el alma se me vaya

por la voz amorosa del racimo:

pisa mi corazón que ya es maduro.”

El contacto con la realidad de los hortelanos, que regresan del trabajo para reencontrarse con sus mujeres, mientras el joven poeta siente que se incrementa su soledad:

“Por otra senda yo, por otra senda

que no conduce al beso aunque es la hora,

sino que merodea sin destino.

Bajo su frente trágica y tremenda,

un toro solo en la ribera llora

olvidando que es toro y masculino.”

A las palabras sabias de Carmen Jurado y Lola Cortés, comentando estos poemas, le siguió la voz desgarrada de uno de los componentes del grupo Jarcha interpretando la “Elegía a Ramón Sijé”. Y después de la música, de nuevo, la palabra, los comentarios de los que asistimos a la reunión, desmontando algunos de los mitos, que se han creado sobre Miguel Hernández: el mito del poeta cabrero, cuando, en realidad, fue un alumno brillante y un ávido lector de nuestros clásicos; o la verdadera catadura moral de Ramón Sijé, con el que apenas se hablaba, en el momento de su muerte, pero que -según Paco Jurado- no le resta ni un ápice a la fuerza dramática de la elegía.

Escuchamos, en la voz de Fraskito, una versión flamenca de “Sonreídme”, poema en el que expresa su felicidad por haberse librado de la religión y haberse acercado al mundo de los trabajadores:

“Me libré de los templos: sonreídme,

donde me consumía con tristeza de lámpara

encerrado en el poco aire de los sagrarios.

Salté al monte de donde procedo,

a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre,

a vuestra compañía de relativo barro.”

Y situados en la poesía social del poeta oriolano, nos recreamos en la versión que hizo Jarcha de “Aceituneros”, poema en el que invita a los andaluces de Jaén a que se levanten contra el terrateniente:

“¡Cuántos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

pregunta mi alma: ¿de quién,

de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares,

no vayas a ser esclava

con todos tus olivares.”

Pero quizá el poema que más nos gustó a todos fue “Canción última”, por la sonoridad de sus versos, donde se acumulan las vocales abiertas, que están en consonancia con el sentimiento de esperanza, que le permitirá, en un futuro, superar el llanto y el dolor del momento presente -como explicaron Lola P. Ebrero y Antonio Cárdenas. Elogiamos, especialmente, el principio:

“Pintada, no vacía:

pintada está mi casa

del color de las grandes

pasiones y desgracias.

Regresará del llanto

adonde fue llevada

con su desierta mesa,

con su ruinosa cama.”

Esta misma ambivalencia de sentimientos la apreciamos en el soneto “Sonreír con la alegre tristeza del olivo”, escrito cuando el poeta se encontraba en la cárcel. Antonio Gómez lo había seleccionado y nos invitó a disfrutarlo con él y a que reconociéramos las sucesivas contraposiciones:

“Me siento cada día más libre y más cautivo

en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría.

Cruzan las tempestades sobre tu boca fría

como sobre la mía que aún es un soplo estivo.”

Finalizamos la sesión del Club de Lectura, escuchando “Vientos del pueblo”, en una versión de Los lobos, llena de energía y espíritu reivindicativo, que nos puso la carne de gallina. Se palpaba en el ambiente la emoción contenida, muy especialmente de Carmen Jurado, que ha sido el alma -porque nos ha animado a todos- y el cuerpo -porque no ha dejado de arrimar el hombro- de este conjunto de actividades, en torno a la figura de Miguel Hernández; un poeta que, tanto por el valor de su obra literaria, como por su coherencia e integridad personal, ha sido capaz de unirnos y entusiasmarnos en un proyecto común.

NOS GUSTA“EL PERFUME”

El perfume” es una novela que nos ha gustado a todos, tanto a los que la hemos releído, como a los que se han acercado a ella por primera vez. Así, lo manifestamos en la última reunión del club de lectura, celebrada ayer martes, en la biblioteca del centro.

Elogiamos su originalidad: cómo Patrick Süskind convierte en protagonista a un personaje extraño, pero excepcional, porque está dotado de un sentido del olfato fuera de lo común. También valoramos positivamente los mecanismos que utiliza para generar la intriga: el inicio inquietante, con el nacimiento de Grenouille, en medio de la inmundicia y el olor nauseabundo; la desgracia que sobreviene a los amos para los que trabaja, que sienten repulsión hacia él, por su ausencia de olor; el efecto del perfume sobre las personas, a partir del momento en que consigue imitar el olor humano; los crímenes que va cometiendo; la incertidumbre en torno a la fragancia extraída de las chicas asesinadas; etc.

Pero quedaron en el aire, desde el principio, algunas preguntas:

¿Cuál es el verdadero final? ¿La bacanal que se produce el día de la ejecución, por el efecto del perfume, elaborado por Grenouille, o cuando los maleantes de París lo despedazan y se lo comen vivo?

Süskind cierra la novela con este segundo episodio, sin embargo, a los que asistimos ayer a la reunión nos parecía más adecuado haberlo hecho con el primero.

El desarrollo de la conversación fue despejando incógnitas y abriéndonos la mente. Pocas veces, en el club de lectura, se ha producido este fenómeno; pero, poco a poco, todos fuimos viendo la luz y entendimos que, del mismo modo que los amos a los que sirve el protagonista y que sienten repulsión hacia él, acaban trágicamente; al propio Grenouille, que después de la bacanal experimenta un profundo odio hacia los humanos, le espera también un trágico final. Con esto, el círculo, que se había abierto, se cierra y, además, el protagonista, que había nacido en medio de la inmundicia y el mal olor, acaba siendo devorado por un grupo de maleantes, atraídos por su perfume irresistible, y con el hedor de cadáveres inundando el ambiente.

Igualmente, manifestamos nuestro desconcierto ante el punto de vista del narrador omnisciente que, desde el inicio de la novela, predispone al lector contra Grenouille, con juicios despectivos sobre el mismo, cuando lo compara con una cucaracha, una araña y un monstruo. Esta insistencia en la maldad del personaje, que se corresponderá, después, con los crímenes execrables que comete, contrastará, al final, en el momento de la ejecución, con la admiración y el amor que sienten todos hacia él.

En cuanto a la forma, destacamos: las descripciones asombrosas que contiene; el uso de la ironía; y las referencias mitológicas. Por ejemplo, nos pareció muy acertada la identificación del protagonista, primero, con el dios Vulcano, a causa de su fealdad y su cojera, y, después, con Prometeo, el mensajero de los dioses, cuando consigue que todos lo respeten y lo amen.

Finalmente, debatimos sobre el significado último de la novela. En este sentido, comentamos que la exaltación final de los sentidos, con todos los que acudieron a la ejecución entregándose al desenfreno sexual, puede interpretarse como una crítica a las costumbres morales de una sociedad demasiado puritana. Es como un descenso a las más bajas pasiones de los hombres. Prueba de ello es la vergüenza general que sintieron, al día siguiente. El propio Grenouille, que es causante de esta pérdida de pudor colectiva representa por su ateísmo y su amoralidad un contrapunto para aquella sociedad.

PRÓXIMAS LECTURAS:

  • Sesión íntima sobre poemas de Miguel Hernández: 12 de mayo, a las 18 horas.
  • Sesión sobre “El túnel” de Ernesto Sábato: 9 de junio, jueves, a las 18 horas.
  • Sesión sobre “El señor Ibrahim y las flores del Corán”: 23 de junio, miércoles, a las 9 horas.