Belleza en la basura

Con esta frase resumió Carmen su impresión sobre Una palabra tuya, novela de la que hablamos ayer, martes, en el club de lectura del instituto. Y tenía razón, porque, bajo la forma aparentemente descuidada en la que está escrita, bajo el lenguaje, en ocasiones soez, descubrimos a personajes que sufren, en una sociedad caracterizada por el culto a la imagen y el individualismo. Personajes que, como ella también afirmó, se pueden considerar antihéroes, en la mejor tradición de la literatura española, que se inicia con el Lazarillo, continúa con el Quijote, y culmina con Los santos inocentes.

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Sin embargo, no a todos los asistentes a la sesión les había gustado por igual la novela de Elvira Lindo: a Miguel la primera parte le había producido rechazo, justamente por el registro idiomático coloquial, que utiliza la autora, salpicado de expresiones malsonantes. En este sentido, Víctor, que la había propuesto, manifestó sus dudas sobre la idoneidad de la lectura para los alumnos. Tampoco Lola y María se habían sentido especialmente atraídas por el inicio, que consideran demasiado trivial.

En cambio, a Puri y Mª Carmen el libro les había interesado desde las primeras líneas, desde que la narradora protagonista nos revela su insatisfacción con su nombre, Rosario, y con su aspecto físico: la nariz grande, los ojos tristes y la boca demasiado fina. Ana llamó la atención sobre la influencia de la educación, particularmente la de la madre, en el carácter amargado de este personaje. Y Pepa, que se sumó a las opiniones favorables, estableció un curioso paralelismo entre la autora de Una palabra tuya y su marido, el también escritor, Antonio Muñoz Molina: ambos abordan temas profundos y trascendentes en sus obras, pero la primera lo hace con un lenguaje desenfadado y, aparentemente, sencillo, mientras que el segundo utiliza un estilo más literario y elaborado. Son como la cara y la cruz de la misma moneda, como el haz y el envés de la misma hoja.

Hubo unanimidad en que, a partir del momento en que conocemos la delicada situación anímica, tanto de Rosario como de Milagros, se inicia un proceso sutil, en el que guiados por la memoria caprichosa de la primera, vamos descubriendo las razones del pesimismo existencial de ambas. La voz de la narradora, que corresponde a Rosario, se dirige, en la primera parte de la novela, al psiquiatra que la está tratando, tras la muerte de su madre, por eso quizá abundan las expresiones malsonantes y las referencias explícitas al sexo; y después, en la segunda parte, a sus amigos Milagros y Morsa, pero este cambio de destinatario tenemos que descubrirlo, a partir de cabos sueltos que va dejando Elvira Lindo, lo cual es un valor literario añadido.

Nos detuvimos especialmente en el análisis de los personajes. Miguel insistió en los aspectos negativos del carácter de Rosario, en su arrogancia que le había conducido a la inadaptación y la amargura. Pero profundizando en las causas de esta visión negativa de la existencia, llegamos a la conclusión de que tienen su origen en la educación recibida: “Mi madre solía decirme, hija mía, es que tú tiendes a ver siempre la vida por el lado más desagradable. Y si tu madre te machaca con esa idea de ti misma desde pequeña, te lo crees, porque cuando eres niño te crees todo lo que diga tu madre, aunque vaya en contra de tu autoestima, aunque te deje para siempre hundida en el barro.”

Coincidimos en esto, aunque la propia Rosario, líneas más adelante, nos revela que se esforzó en convencerse de que el problema no era suyo, “sino del mundo, que no está bien repartido. Ni el dinero ni la belleza.”

También Milagros está condicionada por un episodio dramático: el suicidio de su madre, cuando tan solo tenía ocho años. Este hecho explica su retraso mental, la simulación de la regla y sobre todo la necesidad permanente de cariño, que la lleva a convertirse en una especie de “perro fiel” de Rosario.

Morsa, compañero de trabajo y amante ocasional de ésta, aparece como un personaje simple y chistoso, que se cree inferior a los demás. Valoramos en especial la percepción que de él tiene Rosario: pasó de verlo como alguien pesado e irritante, a una persona con la que compartir su vida: “Le vi allí, de espaldas, con las manos en los bolsillos, de pronto me pareció un hombre al que podría llegar a querer o al que a lo mejor ya estaba queriendo. Pensé que hay cualidades en las personas que no apreciamos hasta que no las vemos actuar sin que ellas sean conscientes de nuestra mirada.”

Comentamos el extraño sentido del humor de Rosario, la narradora, sobre todo cuando lo utiliza en situaciones tristes: “le doy las gracias porque haya decidido descansar en paz de una puñetera vez y dejar de andorrear por los pasillos y dejarme vivir”. Con estas palabras se dirige a su madre, ya fallecida, al visitar su tumba el día de todos los santos.

En cuanto a los temas que aparecen en la novela, destacó Puri el realismo con el que trata la vejez, el problema del deterioro físico y cognitivo, ocasionado por el paso del tiempo, que reconocemos en la madre de Rosario; cómo ésta se entrega en cuerpo y alma a su cuidado, a diferencia de su hermana Palmira, quien, con la excusa de la familia, apenas la visita.

También se comentó el tema del suicidio, y nos preguntamos ¿por qué se quita la vida Milagros? Nuestra respuesta fue que el único motivo para vivir era el niño encontrado en el contenedor, que ocupó el lugar de su madre y que desgraciadamente acabó muriendo.

Y las relaciones filiales, en concreto las existentes entre Palmira y Rosario, que en opinión de ésta se componían de cariño y rencor: “son ese tipo de rencores que se suelen tener los hermanos entre sí, algo que yo he observado que sucede en todas las familias y que no está reñido con el cariño. (…) El problema es que el porcentaje de rencor sea tan alto que ya del cariño ni te acuerdes, que es lo que me pasó a mí en los últimos tiempos.”

Finalmente, nos planteó Víctor si reconocíamos una mirada femenina en la forma de contar la historia, particularmente, en el tratamiento de algunos personajes, como Sanchís, que aparece ridiculizado en su relación adultera con una compañera de trabajo. Comentamos que de ésta también se burla la narradora, porque ambos personajes está captados desde arriba, lo que se llama en fotografía: ángulo picado. No obstante, es probable que un hombre hubiera descrito la situación de otra forma.

Para muchos de los asistentes ha constituido una grata sorpresa leer este libro de Elvira Lindo, a la que conocíamos solamente por su trabajo como periodista y por sus novelas juveniles sobre Manolito Gafotas. Habrá que seguirle la pista,

La próxima lectura, sugerida por Sara: El valle de los lobos de Laura Gallego. Hablaremos de esta novela juvenil el 18 de noviembre, a las seis de la tarde, como siempre, en la biblioteca. Esperamos contar con la asistencia de todos los alumnos y alumnas, incluida Sara, que la han leído. Nos consta que son muchos. Así que, ánimo.

Una palabra tuya

GUIÓN PARA EL DEBATE EN EL CLUB DE LECTURA

(Martes, 28 de octubre, a las 18 horas, en la biblioteca del IES Gran Capitán)

1. Presentación de la autora: Elvira Lindo.
2. Opinión breve sobre la novela.
3. Título: Una palabra tuya: ¿a qué hace referencia?, ¿qué otro título le habrías puesto?
4. Punto de vista narrativo: ¿quién narra los hechos? ¿nos parece acertado?, ¿qué ventajas y qué inconvenientes tiene? ¿existe algún destinatario?
5. Estructura:

• Externa
• Interna

6. Espacio: ¿ejerce algún tipo de influencia sobre los personajes o sobre lo que se cuenta?
7. Tiempo interno: ¿avanza cronológicamente?
8. Intriga: ¿cómo consigue Elvira Lindo despertar el interés del lector a lo largo de la novela?
9. Temas:

• La familia: ¿de qué manera influyen los padres en la educación de los hijos?, ¿cómo son las relaciones entre Rosario y Palmira?, ¿están compuestas de cariño y rencor, como dice la primera?
• Los sentimientos: ¿quiénes experimentan soledad y compasión en esta novela?
• La vejez: ¿cómo se manifiesta física y psíquicamente?, ¿quién debe asumir el cuidado de las personas mayores?
• La resignación: ¿Se valora de distinta forma esta capacidad, según la tengan los demás o nosotros mismos?, ¿quién la muestra en la novela?
• La mentira: ¿por qué diferentes razones mienten Milagros y Rosario?, ¿hay mentiras piadosas o siempre se debe decir la verdad?
• La muerte: ¿por qué motivos se puede desear la muerte de alguien?, ¿muere el alma con el cuerpo?, ¿existe la reencarnación?, ¿hay vida después de la muerte?
• La opinión ajena: ¿a qué personajes les afecta?, ¿es importante lo que piensan los demás de nosotros?
• El suicidio: ¿por qué se quita la vida Milagros?, ¿comprendemos el suicidio?
• Los nombres de las personas: ¿por qué no se identifica Rosario con su nombre?, ¿nos sentimos condicionados por nuestro nombre?
• Los objetos: ¿cambia su valor con el paso del tiempo o cuando los vemos en un entorno diferente?

10. Personajes: ¿qué tienen en común?, ¿se pueden considerar antihéroes?

• Rosario
• Milagros
• La madre de Rosario
• Palmira
• Morsa

11. Estilo:

• Registro idiomático
• Sentido del humor

12. Frases para la reflexión:

• Siempre es más llevadero limpiar la porquería en abstracto, la porquería anónima de Lacalle, que la mierda que producen seres concretos a los que a veces tienes una manía espantosa y que te están explotando miserablemente. (57)
• La inteligencia a veces es un veneno para la felicidad. (82)
• Las personas necesitamos que alguien nos quiera y la falta de cariño físico nos puede empujar a la experiencia homosexual en un momento determinado de nuestra vida. (139)
• Por mucho que quisiera ser simplemente Lorenzo, el padre Lorenzo era un cura acusador, como tantos otros. (208)
• La gente, en un 99,9 por ciento, no te pide que le des el consejo que honradamente tú estás dispuesto a dar sino el que ellos están esperando. (322)
• Todos somos muy perspicaces a la hora de predecir el pasado, pero en el presente la mitad de las cosas pasan delante de nuestros ojos sin que nos demos cuenta de su verdadero sentido. (332-333)
• La juventud es esa edad en que la filosofía vital consiste en que los demás (el prójimo) son unos gilipollas y la desgracia ajena es eso, ajena. (342)
• Parece que a cada persona le atribuimos un paisaje, ése donde nosotros la hemos conocido. (399)
• Hay cualidades en las personas que no apreciamos hasta que no las vemos actuar sin que ellas sean conscientes de nuestra mirada. (432)
13. Próxima lectura.

Sobre la lectura

Hasta ahora habíamos hablado en el club de los libros leídos con antelación; pero el martes pasado conversamos sobre el mismo concepto de lectura, sobre el hábito de leer, sobre los cambios que se producen en la persona que la practica. Todo ello, porque el libro que habíamos seleccionado, antes del verano, Una lectora nada común, plantea estas cuestiones.

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María, en la presentación del autor, Alan Bennett, comentó: que es un dramaturgo, actor, novelista y guionista británico, ganador de un Premio Tony por su obra The history boys; que estudió Ruso en la Joint Services School for Linguist, e Historia en el Exeter College de la Universidad de Cambridge; y que trabajó como actor cómico en teatro y posteriormente en la BBC, con gran éxito de público. Entre sus obras, citó: Habeas corpus (1973), Forty years on (1969), Kafka’s Dick (1986), y The madness of George III (1991), algunas de las cuales han sido llevadas al cine.

Las opiniones sobre el libro fueron, en general, elogiosas, aunque con matices. Se valoró positivamente por los temas que aborda, fundamentalmente, la doble reflexión sobre el poder político y sobre la lectura; y también, porque está escrito con sencillez y te atrapa desde el principio, con la protagonista descubriendo el placer de leer. No obstante, Miguel y Carmen Sánchez consideraron que la historia se viene poco a poco abajo, sobre todo a partir de que Norman es obligado a dejar la Corte.

Sara confesó que se había reconocido en la reina, por cómo le seduce progresivamente el hábito de leer y cómo, en un momento dado, siente también la necesidad de escribir. Pepa, a quien el libro le había encantado, recordó, a propósito del cambio que experimenta este personaje, la exposición que celebramos en el centro: «Las mujeres que leen son peligrosas».

En cuanto al género literario en el que lo incluiríamos, Lola opinó –y todos compartimos sus palabras- que le parecía más un cuento que una novela, por la forma poco creíble con la que la reina se inicia en el mundo de los libros, por el maniqueísmo de los personajes y por el final feliz.

A la pregunta de ¿por qué leemos?, respondió Mari Carmen que por una gran variedad de razones: por placer, para informarnos, por necesidad, etc. María abundó en lo mismo leyendo un artículo de Elvira Lindo, donde se concreta aún más la respuesta: “Leer sin ganas. Leer por aburrimiento. Leer para no hacer ruido. Leer para dejar que tu padre duerma la siesta. Leer porque no te dejan poner la tele. Leer porque ya nadie quiere contarte un cuento. Leer porque te han castigado sin salir. Leer porque estás en la cama con fiebre. Leer porque estás solo. Leer porque imitas a tus hermanos mayores. Leer porque lo hace tu madre. Leer libros para niños…”

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Ana contó que era lectora, porque en su casa, desde pequeña, tanto su padre como su madre practicaban la lectura. Carmen, por su parte, apuntó que en la vida de todo lector siempre hay alguien que le inicia, le estimula y/o le aconseja.

Recordamos los derechos imprescriptibles del lector, del escritor francés, Daniel Pennac: el derecho a no leer, el derecho a saltarse páginas, el derecho a no terminar un libro, el derecho a releer, el derecho a leer cualquier cosa, etc.

Este último suscitó un interesante debate entre defensores y detractores del mismo. Víctor recordó que en más de una ocasión le ha oído decir a Mariano Rajoy, actual Presidente del Gobierno, que lee habitualmente el Marca. Carmen Sánchez comentó el rechazo que les produjo a sus compañeros y a ella misma una obra de Alejandro Casona, La dama del alba, que les habían puesto como lectura obligatoria y, por el contrario, el interés que suscitó en todos ellos la obra de Enrique Jardiel Poncela, Maribel y la extraña familia.

Esto nos llevó a cuestionar el canon de lecturas obligatorias que tradicionalmente se viene estableciendo en las clases de Lengua Española; y a proponer libros que seduzcan al alumnado, aunque se trate de literatura por encargo (narrativa juvenil), que se hace pesando en un destinatario concreto, pues lo importante es despertar el hábito de lectura. La clave, concluimos, es seleccionar autores que tengan un mínimo de calidad literaria.

Lola se preguntó en alto sobre las razones que impulsan a la reina a dar el paso de la lectura a la escritura. La respuesta está en Marcel Proust, y su obra En busca del tiempo perdido, que había leído con detenimiento y delectación. Ella pretende, al igual que el escritor francés, redimirse a través de una reflexión crítica sobre su vida. Así se lo explica a sus asesores: “Hay mucho sobre lo que reflexionar. He visto a este país ir a guerra más veces de las que quiero recordar (…) He conocido y recibido la visita de muchos jefes de estado, algunos de ellos granujas y canallas redomados (…) He dado la mano en un guante blanco a manos que estaban manchadas en sangre, y conversado educadamente con hombres que han asesinado personalmente a niños.”

Sara contó que fue la lectura de las novelas de Laura Gallego, de la que se declaró admiradora, la que le incitó a escribir.

Sobre el escaso hábito de lectura de la clase dirigente, al que se refiere el autor, coincidimos en que no se puede generalizar y que, en cualquier caso, los políticos se pasan el día leyendo documentos relacionados con su gestión.

Al analizar los personajes, también estuvimos de acuerdo en que se pueden dividir en dos bloques: el de los lectores, como la reina y Norman; y el de personajes desinteresados por la lectura, como Sir Kevin y el primer ministro. En este sentido, se puede considerar maniquea la división y, por tanto, poco creíble, aunque contribuye a reforzar la idea de que Una lectora nada común pertenece al género literario del cuento.

En cuanto a la estructura, comentamos el inicio del relato, con la escena en la que la reina pregunta al presidente francés por el escritor Jean Genet y éste demuestra una ignorancia supina acerca del mismo, y lo valoramos positivamente, porque logra atrapar a los lectores. Igualmente, nos pareció muy eficaz, narrativamente hablando, la elipsis final, que nos da a entender la abdicación de la reina.

Finalmente, reflexionamos sobre algunas frases:

  • “Su trabajo consistía en mostrar interés, pero en interesarse”
  • “Desde luego –dijo la reina- aleccionar no es leer?”
  • “Creo que leo porque tenemos el deber de descubrir cómo es la gente”
  • “Di la verdad, pero dila sesgada. El éxito reside en el rodeo”

Esta última se interpretó de dos formas: en el sentido de que la literatura debe trascender la propia vida, los sucesos que se han vivido, al estilo de Marcel Proust; y con el significado de que el escritor debe sugerir más que decir.

Se propusieron varias obras para la próxima sesión del club de lectura:

  • Una palabra tuya de Elvira Lindo, sugerida por Víctor.
  • Salomé de Óscar Wilde, recomendada por María.
  • El valle de los lobos de Laura Gallego, por iniciativa de Sara.
  • Y Bodas en Tipasa de Albert Camus, señalada por Miguel.

Nos decidimos por Una palabra tuya de Elvira Lindo, sobre la que hablaremos el martes, 28 de octubre, a las 18 horas, como siempre, en la biblioteca.