Una novela muy cinematográfica

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Doce personas asistimos el miércoles a la primera sesión del club de lectura de nuestro instituto. Antes, en el departamento de Lengua Castellana y Literatura, Carmen nos leyó con emoción un artículo dedicado a su profesor don Manuel Aracil Alcantud, que en realidad es un elogio, lleno de matices y vivencias compartidas, a la persona que no sólo la inició en la lectura y en la escritura, sino que también le inculcó los valores necesarios para la vida.

En la sesión propiamente dicha, hablamos sobre Suite francesa de Irène Némirovsky, publicada 50 años después de ser escrita, como contó María en la presentación de la autora. La maleta, donde estaba el cuaderno que la contenía, acompañó a Elisabeth y Denise, hijas de Irene, de un refugio a otro, huyendo de los gendarmes franceses que querían entregarlas a los nazis. Así, consiguió salvarse.

Irène Némirovsky, hija de un banquero judío ucraniano, fue educada por una institutriz francesa de modo que el francés fue prácticamente su lengua materna. También dominaba el ruso, el polaco, el inglés, el euskera, el finés y el yiddish. Su familia tuvo que escapar primero a Finlandia y después a Francia, porque los bolcheviques pusieron precio a la cabeza del padre. Irène se licenció en Letras por la Universidad de la Sorbona y empezó a escribir a los 18 años. Se casó con Michel Epstein, con quien tuvo dos hijas. Su primera novela David Golder fue apreciada por el público y por la crítica. A esta le siguieron: El baile, Nieve en otoño, El caso Kurílov, El vino de la soledad, etc.

Aunque era una escritora reconocida en Francia y vivía con su familia en este país, las autoridades rechazaron su petición de nacionalización. Su marido perdió su trabajo; ella dejó de publicar, a causa de las leyes antisemitas promulgadas por el gobierno de Vichy; y ambos fueron obligados a llevar la estrella amarilla que los identificaba como judíos.

Irène fue arrestada en julio de 1942 e internada en un campo de concentración francés. Después sería deportada a Auschwitz, donde murió de tifus el 17 de agosto de 1942. Su marido también fue detenido, trasladado a este campo y asesinado en un cámara de gas.

Víctor completó esta presentación refiriéndose a la filiación de la autora con el País Vasco francés, más concretamente Iparralde, zona que visitó en diferentes momentos de su vida y de la que se enamoró, hasta el punto de aprender euskera.

Todos los asistentes destacamos el estilo en el que está escrita Suite francesa: la precisión y la variedad en el uso del vocabulario y, en especial, la belleza y capacidad de sugerencia de las descripciones:

“En silencio y con los faros apagados, los vehículos llegaban uno tras otro llenos a reventar, cargados hasta los topes de maletas y muebles, de cochecitos de niño y jaulas de pájaro, de cajas y cestos de ropa, cada uno con su colchón atado al techo; formaban frágiles andamiajes y parecían avanzar sin ayuda del motor, llevados por su propia inercia a lo largo de las calles en pendiente hasta la plaza. Ahora bloqueaban todas las salidas, arrimados unos a otros como peces atrapados en una red; incluso parecía posible cogerlos todos a la vez y arrojarlos a una espantosa orilla. No se oían gritos ni lloros: hasta los niños permanecían callados…”

Escenas, como esta -comentó Ana-, tienen plena vigencia, pues no son diferentes a las que vemos todos los días en televisión o en Internet. Son imágenes que te quedan en la retina, después de haber leído la novela –precisó Lola P. Ebrero-, como si estuviéramos viendo a los parisinos escapando hacia el Sur, ante la inminencia de la llegada de los nazis. Porque Irène Némirovsky –añadió Carmen- logra meternos en la ficción, mediante un estilo muy cinematográfico. De hecho, hay una película homónima basada en la novela, que se centra fundamentalmente en la historia de amor imposible entre el teniente Bruno y Lucile y que no desmerece de esta.

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En este mismo tono elogioso, se pronunciaron Mª Jesús y Lola Cortés, aunque para esta última la segunda parte de la novela tiene menos interés, porque la relación entre el teniente Bruno y Lucile le parece folletinesca, por su poca verosimilitud y por su escasa elaboración psicológica.

Miguel, por su parte, echa en falta un mínimo análisis del nazismo y sus consecuencias, así como alguna referencia al pueblo llano, pues prácticamente todos los personajes pertenecen a la burguesía, clase social a la que conoce bien su autora.

Antonio mencionó el paralelismo entre Suite francesa y Nieve en otoño, novela anterior, publicada en 1931, cuyo telón de fondo es el éxodo de un gran número de ciudadanos rusos a lo largo de Europa, huyendo del régimen comunista.

Comentamos igualmente el hecho de que la novela esté inacabada, pues el proyecto era un libro con cinco partes, que quedaron reducidas a dos, por la muerte prematura de la autora. Su intención, además, fue dotarla de un ritmo muy cercano al cine, lo cual se aprecia en los entrecruzamientos sutiles de las diferentes historias, que dan unidad a la novela, dentro de la variedad:

• Hubert, hijo de Charlotte Péricand, es ayudado por Arlette, la amante de Crivin.
• Los Michaud se alojan en casa de los Angellier.
• Madelaine se enamora de Jean Marie Michaud, cuando éste se recupera de sus heridas en su casa.
• Benóit se va esconder en la casa de los Michaud.
• Etc.

En este sentido, aludimos a una posible influencia de Manhattan transfer, novela de John Dos Passos, publicada en 1925, que describe episodios de la vida de una serie de personas, que aparecen y desaparecen en una estación, aunque la mayoría acaban relacionándose entre sí. El autor norteamericano fue el primero en emplear la técnica del “collage” en la literatura, que luego hemos visto aplicar a Camilo José Cela en La colmena.

Sobre los numerosos personajes, resaltamos la finura y perspicacia al describirlos, valiéndose en ocasiones de muy pocos recursos expresivos. Por ejemplo:

• Sra. Péricand: típica señora burguesa que vive desahogadamente, pero que es interesada y clasista: “estos pobres ancianos sufren si los tocan los criados”.

• Gabriel Corte: escritor refinado y elegante, que vive encerrado en su torre de marfil y que desprecia al pueblo, porque no puede soporta ver la pobreza ni la suciedad: “¡Qué pesadilla! ¡Ah, qué fealdad, qué vulgaridad, qué espantosa ordinariez la de esta gentuza!”.

• Arlette Corail: bailarina y amante del banquero Corbin, que oculta, tras su aspecto frívolo, una gran lucidez y sentido común.

• Sr. y Sra. Michaud: quizá los únicos personajes honestos y solidarios de la novela, pues ayudan en la huida de París a los más necesitados y sienten por ellos dolor y piedad.

• Lucile Angellier: joven apasionada, sensible y discreta, que está casada con Gastón, aunque es infeliz, porque su matrimonio no fue por amor sino por interés.

• Bruno: oficial alemán, sensible y educado, que se enamora de Lucile, con quien comparte el gusto por la música.

Pepa mencionó el episodio terrible del asesinato de Philippe por los niños a los que acompañaba, que solo se puede explicar por la educación represiva que habían recibido, la cual genera una violencia soterrada que puede saltar en cualquier momento. De hecho, una mera amonestación verbal desencadena la tragedia. Para Miguel, no obstante, se trata de un episodio sobrevenido, que guarda poca o nula relación con el resto de la historia.

Entre los temas que plantea la novela, comentamos los siguientes:

• Las diferencias sociales: “Pero ¿por qué siempre nos toca sufrir a nosotros y a la gente como nosotros? (…) Los obreros se defienden y los ricos son fuertes. Pero nosotros somos los que pagamos los platos rotos” (Sra. Michaud).

• La insolidaridad de la población hacia los refugiados: “a nadie se le ocurría invitar a su casa a alguno de aquellos desventurados”.

• El amor, a veces no materializado: entre la costurera y Willy; entre Lucile y Bruno; entre Jean Marie y Madeleine.

• Y la guerra, que es vista de distinta manera: para Lucile no es justa, porque se sacrifica a las personas que lo pierden todo: el amor, la familia, e incluso la vida. Para Bruno, en cambio, es la obra común por excelencia, pues los alemanes creen en el espíritu de comunidad al que deben todo.

Tratamos de explicarnos el título, Suite francesa, dando dos posibles interpretaciones, aunque perfectamente compatibles:

• La música como elemento que une a los dos personajes más importantes de la novela.

• Una suite es la unión en una sola obra de varias danzas de distinto carácter y ritmo, del mismo modo que la novela de Irère Nemiróvsky está constituida por diversas historias personales, que acaban relacionándose entre sí.

Comentamos el sentido del humor que se utiliza a veces y que contribuye a desdramatizar algunas situaciones. Por ejemplo, las dos escenas protagonizadas por el abuelo Péricant: cuando pide que le lleven a casa para orinar y cuando se olvidan de él; y también el monólogo que reproduce los pensamientos del gato, en medio del desastre.

Finalmente, reflexionamos en torno al concepto de cultura, pues nos planteamos si a un nazi, como el teniente Bruno, sensible, aficionado a la música y a la lectura, se le puede considerar una persona culta. Miguel no lo cree así, porque la violencia indiscriminada es incompatible con la cultura. Si atendemos a una de las acepciones de la RAE de esta palabra–“conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”- tendría razón, porque el juicio crítico que se supone tiene una persona culta es incompatible con los actos de barbarie irracionales que cometieron los nazis. En cambio, si entendemos cultura como sinónimo de conocimientos varios, la cuestión sería diferente.

Próxima lectura: Pan, educación y libertad de Petros Márkaris, que completa la trilogía que este autor -del que ya hemos leído otras obras en el club- dedica a la crisis griega. Pertenece al género policiaco, lo cual es una garantía de entretenimiento. Hablaremos de ella el 22 de octubre, jueves, a las 18:30.