La humanización de la tragedia

La sesión del miércoles, 23 de noviembre, fue especial para el club de lectura, porque contamos con la presencia de los alumnos y alumnas de Literatura Universal de 1º de Bachillerato, a los que da clase nuestra compañera Carmen. La verdad es que últimamente los echábamos de menos; echábamos de menos sus puntos de vista, siempre sinceros y espontáneos; su actitud receptiva ante los misterios del hecho literario; y sobre todo su curiosidad.

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Precisamente esta palabra, curiosidad, según Miguel, que presentó al autor, es la que guía a Edipo en su proceso de búsqueda de la verdad, que puede salvar al pueblo tebano de la peste.

Recordó que Sófocles fue un poeta clásico griego, que vivió casi todo el Siglo V, antes de Cristo, pues llegó hasta los 91 años. En este periodo, Atenas alcanza la edad de oro, bajo la dirección de Pericles, hombre honesto, virtuoso y culto, como pocos, que promocionó las artes y la literatura. Las máximas figuras del teatro fueron Sófocles y Eurípides. El primero, autor de Edipo rey, obra de la que hablamos ayer, venció 24 veces en los certámenes trágicos y nunca quedó en tercer lugar. A él se debe la humanización de la tragedia, pues trata a los personajes que se mueven en escena como hombres y mujeres, no como semidioses.

Finalmente, en la presentación, explicó el significado de la palabra tragedia, género literario al que pertenece la obra. Se distinguen en ella la raíz de «macho cabrío» (τράγος / trágos) y cantar (ῳδία / odía), sería por lo tanto «el canto del macho cabrío», probablemente en referencia al sacrificio de este animal sagrado al dios Dionisio. Las representaciones teatrales en Grecia se realizaban en las fiestas dionisíacas, y servían de caja de resonancia para las ideas y los problemas del pueblo, que asistía masivamente a ellas. Se desarrollaba un torneo trágico, con la participación de tres autores previamente seleccionados y, al final, se entregaban tres premios: al mejor actor, al mejor coro y al mejor autor. Las representaciones permanecieron mientras hubo democracia en Grecia.

En el turno de opiniones sobre la obra, elogiamos su estructura in media res (en mitad de la historia), que le permite a Sófocles generar la intriga desde el principio, pues hace que nos preguntemos por el pasado del protagonista y que le acompañemos a éste en su búsqueda.

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Igualmente, coincidimos en la vigencia de Edipo rey y del resto de los mitos griegos, ya que nos basta abrir el periódico para encontrar casos de crímenes pasionales, parricidios y venganzas. Además, en palabras de Enrique, que no pudo asistir a la reunión, pero que nos envió su opinión por escrito: “sobre esta obra no ha pasado el tiempo y sus móviles e ideas son de aplicación actual, que no es poco”.

Con respecto a los temas que plantea Sófocles, hablamos de los siguientes:

• La fuerza del destino

A Layo el oráculo le anuncia que su hijo le asesinará; pero, cuando actúa para evitar el cumplimiento del presagio, abandonándolo en el campo, lo que hace es contribuir a ello. Y también a Edipo le augura que matará a su padre y se casará con su propia madre; pero, de nuevo, cuando trata de evitarlo huyendo de Corinto, no hará sino contribuir a que se cumpla lo dicho por el oráculo.

Por eso, llegamos a la conclusión de que el destino trágico de estos dos personajes, como el de cualquier persona, lo van fraguando ellos mismos con sus decisiones, ejerciendo su libertad individual.

• El poder de los dioses:

No obstante, en la época en la que se sitúa la acción, se creía en el poder de los dioses, que de hecho influyen decisivamente en los acontecimientos que suceden. Por ejemplo, el dios Apolo es el que propone la solución para acabar con la enfermedad de la peste en la ciudad de Tebas y el que incita a Edipo, primero, a encontrar la verdad y, después, una vez que la descubre éste, a cegarse.

• El incesto:

El rey tiene relaciones con su propia madre, aunque sin ser consciente de ello, y, cuando se entera, se siente terriblemente desdichado, porque no está bien visto por la sociedad.

Hablamos sobre el rechazo social del incesto, y entre sus causas se apuntaron las siguientes: favorece la continuidad de enfermedades genéticas; elimina la posibilidad de ampliar las redes sociales; propicia enfrentamientos entre varones, que pertenecen al mismo grupo familiar; etc.

• La cólera:

Estuvimos de acuerdo en que es un rasgo fundamental del carácter de Edipo, que le lleva a perder el control de sí mismo; pero la cólera (μηνις) para los griegos es fuente de valor y, por consiguiente, su comportamiento, cuando mata a Layo, es el propio de una persona noble a la que se la intenta apartar del camino.

Hoy día, no tendría la misma consideración o, en todo caso, perder el control de uno mismo incitado por la ira, podría actuar como eximente en un juicio.

• El dolor y el sentimiento de culpa:

Se apodera de Edipo, cuando conoce la verdad, porque, por un lado, se trata de dos acciones (el parricidio y el incesto) especialmente reprobables, y por otro lado, porque él mismo había pedido que el responsable de las mimas “consuma su miserable vida de mala manera” y que, si está en su palacio, el propio rey la padezca.

• El suicidio:

No preguntamos por qué Yocasta no se suicida, cuando conoce la verdad sobre el rey Edipo, sino cuando éste se empeña en averiguarla. Nuestra respuesta fue que ella sola podía haberla soportado; pero no cuando el parricidio y el incesto fueran conocidos por su hijo y el resto de los habitantes de Tebas.

• La discriminación de la mujer

El papel sumiso de la mujer es una característica de aquella época y en la obra se aprecia, en los últimas palabras de Edipo, cuando éste le pide a Creonte que cuide de sus hijas, porque su único destino como mujeres hubiera sido el matrimonio, que ya no podrán materializar, una vez que se sabe la verdad.

En cuanto a los personajes, entendimos que Edipo se erige como protagonista absoluto, eclipsando a todos los demás, como sugiere el propio título de la tragedia. Es un rey bueno y honrado, defensor de la justicia y preocupado por las desgracias de su pueblo; pero también colérico y arrogante, por ejemplo, cuando mata a Layo, o cuando se enfrenta a Tiresías por decirle la verdad y acusa injustamente a Creonte. Estos excesos le llevan a un final trágico.

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No obstante, se muestra responsable, al asumir las consecuencias de sus actos. Edipo se ciega para expiar su culpa, mediante el sufrimiento. Pero también se puede interpretar que esta autolesión se la hace, para emular a Tiresias, pues, cuando tenía ojos, no podía ver, y cuando creía saber, no sabía.

Yocasta, madre y esposa de Edipo, es incrédula y osada con respecto a los dioses, pues se atreve a retarles tratando de que no se cumpla el oráculo; pero también débil, al quitarse la vida por no asumir el incesto con su hijo.

Sus palabras, dirigidas a Edipo, cuando éste sospecha que está casado con su propia madre, dieron pie al llamado complejo de Edipo, acuñado por Freud: “Tú no sientas temor ante el matrimonio con tu madre, pues muchos son los mortales que antes se unieron a su madre en sueños”.

Creonte, hermano de Yocasta, es buen orador, razonable, sensato y fiel a Edipo, a pesar de que éste le acusa injustamente de tramar contra él. Al final, además, se muestra compasivo.

El coro es un personaje colectivo que representa al pueblo tebano y que comenta y juzga lo que sucede en escena. Busca siempre la conciliación, por ejemplo, cuando Edipo se enfrenta a Creonte, y su principal preocupación es salvar a la ciudad.

Finalmente, coincidimos en que la posible intencionalidad de Sócrates, al escribir esta obra, es doble: que nadie puede escapar a su destino y que la vida de ninguna persona se puede considerar completamente feliz, hasta que llegue la hora de su muerte sin haber sufrido.

Próxima lectura, a propuesta de una de las alumnas de Literatura Universal: El mercader de Venecia de Shakespeare. Hablaremos de esta obra de teatro el 11 de enero, miércoles, a las 17:30 horas.

¡Felices fiestas a todos y a todas!

Edipo rey

GUIÓN PARA LA SESIÓN DEL CLUB DE LECTURA
(Miércoles, 23 de noviembre, a las 18 horas, en la biblioteca)

1. Presentación del autor en la época
2. Opinión breve sobre la obra
3. Género al que pertenece
4. Lugar
5. Tiempo:

5.1. Externo: ¿a qué época nos remite la acción?
5.2. Interno: ¿cuánto dura en su desarrollo interno?

6. Estructura:

6.1. Externa: ¿cómo se estructura formalmente Edipo Rey?
6.2. Interna: ¿cómo interpretamos el final?, ¿por qué Edipo se ciega y no se quita la vida como Yocasta?

7. La intriga: ¿cómo la genera Sóflocles?

8. Temas:

• La fuerza del destino
• La libertad individual
• La búsqueda de la verdad
• El poder de los dioses
• El incesto
• El parricidio
• La cólera
• El sentimiento de culpa
• El dolor
• El suicidio
• La discriminación de la mujer

9. Personajes: ¿cómo están descritos?, ¿cuáles son sus rasgos principales?

• El rey Edipo
• El sacerdote
• El coro
• Creonte
• Tiresías
• Yocasta

10. Intencionalidad
11. El complejo de Edipo
12. Frases para la reflexión:

• El que no tiene temor ante los hechos tampoco tiene miedo a la palabra. (Edipo)
• Que un hombre preste servicio con los medios de que dispone y es capaz, es la más bella de las tareas (Edipo)
• ¡Qué terrible es tener clarividencia cuando no aprovecha al hombre que la tiene! (Tiresias)
• Sólo el tiempo muestra al hombre justo, mientras que podrías conocer al perverso en un solo día. (Creonte)

13. Estilo
14. Próxima lectura.

La razón frente a la fe

En la sesión del club de lectura del pasado lunes, coincidimos en que el tema central de la novela La ley del menor es la oposición entre la fe y la racionalidad, que le resulta fascinante al propio Ian McEwan: “Me fascina cuando se produce ese choque entre la fe, sincera y devota, y la ley”.

Miguel, que había propuesto esta novela, fue el encargado de presentar al autor, que nació en 1948 en el Reino Unido, aunque vivió en diferentes lugares del mundo, a causa de la profesión de su padre. Es referencia de la ficción contemporánea, junto con otros escritores, como: Julian Barnes, William Boyd y Salman Rushdie. Fue amigo también de Christopher Hitchens, estudioso, como él, de los males de la religión. Precisamente, el citado Salman Rushdie fue víctima del fundamentalismo islámico y parece ser que La ley del menor la escribió McEwan bajo la influencia de este hecho.

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Hay una frase de Hitchens, que define muy bien el lugar que ocupa el trabajo como escritor en su vida y la importancia que concede a la amistad: “La felicidad es escribir a solas todo el día, sabiendo que disfrutarás de una interesante compañía al caer la noche”. En efecto, para él es una maravillosa combinación la de estar completamente absorbido por el trabajo y, cuando llegan las siete o las ocho de la tarde, beber una copa de vino con los amigos.

Entre sus obras, se encuentran: Primer amor, últimos ritos, Jardín del cemento, El placer del viajero, Amor perdurable, Expiación y Operación dulce.

En el turno de opiniones sobre la novela, algunos de los asistentes manifestamos nuestra admiración hacia Fiona, la protagonista, con la que nos podríamos identificar, por la entrega absoluta a su trabajo como jueza; por su situación anímica, a causa de la delicada situación por la que atraviesa su matrimonio; y por el cambio que experimenta, a raíz de conocer a Adam, un joven testigo de Jehová, que necesita transfusiones de sangre para sobrevivir, aunque sus padres y él mismo se niegan a ello por razones religiosas.

Sin duda se trata de un personaje creíble y muy bien construido, que evoluciona, desde la buena reputación profesional y la contención propia de una mujer casada, hasta la espontaneidad, la naturalidad, el descubrimiento de la pasión y las dudas en su trabajo como jueza.

No obstante, hubo diferencias al interpretar lo que supone para Fiona su relación con Adam: para unos el joven le hace recuperar la pasión, un sentimiento que ya estaba relegado en su vida, si alguna vez lo experimentó; y para otros, en cambio, la relación no va mucho más allá de lo profesional y el beso que se atreve a darle no es más que una reacción espontánea, sin mayor trascendencia, salvo la transgresión de su ética profesional.

En cualquier caso, coincidimos en que, en el conflicto entre la razón y la fe, la primera es representada por Fiona y la segunda por Adam.

Para este personaje, la entrevista con la jueza, en el hospital, sí supone una puerta abierta en el cerrado mundo de los testigos de Jehová: “Su visita fue una de las mejores cosas que me han sucedido en la vida –dijo, y después, rápidamente-: la religión de mis padres era un veneno y usted fue el antídoto.”

Pero necesitaba algo más y ella no le ofreció nada, en lugar de la religión, ninguna protección, ninguna alternativa: “Él fue a buscarla, quería lo mismo que quiere todo el mundo y que sólo podían darle los librepensadores, no los seres sobrenaturales. Un sentido.”

Por eso, cuando recae de la enfermedad de la leudemia, para la que necesita transfusiones sanguíneas, como ya es mayor de edad y puede hacerlo, rechaza este tratamiento, y se deja morir.

Entre los temas que plantea McEwan, nos referimos a la religión o, mejor dicho, al radicalismo religioso, que se aprecia no sólo en el caso de Adam, sino también en el de los siameses, cuya sentencia salomónica le ocasiona a la jueza “viperinos comentarios de los devotos”, y en el de la pareja de judíos ortodoxos, que se disputan la custodia de sus hijas: la madre, para educarlas en una escuela mixta, donde se practica la tolerancia y el respeto a la independencia de la persona; y el padre, que desea hacerlo, según los principios más estrictos y represivos de su religión: “Los niños y las niñas “jaredíes” se educaban por separado para preservar su pureza. Tenían prohibida la ropa de moda, la televisión e Internet, así como relacionarse con niños a los que se les permitían estas distracciones. Les vetaban los hogares donde no se observaban las estrictas normas “kosher”…”

También comentamos las relaciones entre la vida profesional y la vida familiar, preguntándonos hasta qué punto se puede pasar la delgada línea roja que separa una de otra, como lo hizo Fiona, al descubrirle a Adam la pasión por la vida, y en qué medida podemos entregarnos a nuestro trabajo, sin que esta entrega vaya en detrimento de nuestra vida familiar.

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E igualmente hablamos del matrimonio, como unión que se desgasta con el paso de los años. En este sentido, nos interrogamos por el futuro de la relación entre Fiona y Jack, que, a tenor del final de la novela, parece estar en proceso de renovarse: “Estaban cara a cara en la media luz. Y mientras la gran ciudad lavada por la lluvia, fuera del dormitorio, implantaba su más tenues ritmos nocturnos, y su matrimonio se renovaba a trompicones, ella le habló en voz baja y firme de su vergüenza, de la pasión por la vida de aquel dulce chico y del papel que ella había desempeñado en la muerte de Adam.”

Finalmente, escuchamos, a iniciativa de Benito, la canción “Down By the Salley Gardens (Allá en los jardines de Salley), con texto de William Yeats, que se repite, en distintos momentos, especialmente emotivos, de la novela, y al escucharla, nos imaginamos a Fiona y Adam en el hospital (cuando la primera fue a escuchar personalmente al segundo, con el fin de comprobar si comprendía la delicada situación en la que se encontraba), interpretándola:

“Allá en los jardines de Salley mi amor y yo nos encontramos.
Pasó por los jardines de Salley con pies pequeños, blancos como nieve.
Me dijo que me tomase el amor con naturalidad, como las hojas que crecen en el árbol.
Pero yo, siendo joven y tonto, no estuve de acuerdo con ella.

En un prado junto al río mi amor y yo nos encontrábamos.
Y en mi hombro inclinado ella apoyó su mano, blanca como nieve.
Me dijo que me tomase la vida con naturalidad, como la yerba crece en las presas.
Pero yo era joven y tonto, y ahora estoy lleno de lágrimas.”

Próxima lectura, a propuesta de Carmen: “Edipo Rey” de Sófocles. Hablaremos de esta tragedia griega, el 23 de noviembre, miércoles, las 18 horas, en la biblioteca.