Todos tenemos nuestro Nagasaki

Con estas palabras resumió Benito su opinión sobre la novela de la que hablamos el pasado miércoles, en el Club de Lectura del IES Gran Capitán. Se refería a que todas las personas tenemos nuestros problemas, los cuales debemos saber negociar, a diferencia de lo que sucede en Pálida luz en las colinas, donde los personajes manifiestan dificultades para superar el trauma que supuso para ellos el bombardeo de Nagasaki, durante la Segunda Guerra Mundial.

Sobre el autor de la novela, Kazuo Ishiguro, mencionamos: su nacimiento en esta ciudad japonesa en 1954; su traslado con tan solo seis años, junto con su familia a Inglaterra, donde recibió una formación académica absolutamente occidental; y su doctorado en Escritura creativa por la Universidad de East Anglia, que supuso una marcada influencia del novelista Malcolm Bradbury.

En cuanto a su producción literaria, Pálida luz en las colinas (1982) y Un artista del mundo flotante (1986), son sus dos primeras novelas, que hablan de personas mayores que miran hacia atrás en su biografía, y por las que recibió el premio Winifred.

También Los restos del día (1989), mereció grandes elogios de la crítica y de los lectores; le reportó el premio “Booker Prize”; y fue llevada al cine por James Ivory, con magníficas interpretaciones de Anthony Hopkins y Emma Thompson, en los papeles de mayordomo y ama de llaves respectivamente.

En El desconsolado, publicada en 1995, nos presenta el relato introspectivo de un pianista que interpreta un concierto que nunca llega a escucharse. Las últimas que ha publicado son: Cuando fuimos huérfanos (2001), Nunca me abandones (2005), y El gigante enterrado (2016).

Sus novelas, que suelen estar asociadas a la memoria, al tiempo y al autoengaño, están escritas en primera persona y sus narradores suelen mostrar el fracaso humano, de manera implícita, lo cual nos exige a los lectores completar la narración, al mismo tiempo que simpatizamos con él.

Por edad y nacionalidad, pertenece a la generación británica de Julian Barnes, Martin Amis, Salman Rushdie, o Ian McEwan. En el discurso de recepción del Premio Nobel escribió sobre ella:

“Formo parte de una generación tendente al optimismo, ¿y por qué no iba a ser así? Vimos cómo nuestros mayores transformaban Europa y convertían un escenario de regímenes totalitarios, genocidio y matanzas sin precedentes en la historia, en una región envidiada de democracias liberales, viviendo en armonía en un espacio casi sin fronteras. Vimos cómo los antiguos imperios se desmoronaban en todo el mundo, junto con las reprobables teorías que los habían apuntalado. Vimos progresos significativos en el feminismo, en los derechos de los homosexuales y en las batallas en múltiples frentes contra el racismo. Crecimos con el telón de fondo de un gran choque –ideológico y militar– entre el capitalismo y el comunismo, y fuimos testigos de lo que muchos consideramos un final feliz.

Pero ahora, al echar la vista atrás, la época que surgió de la caída del muro de Berlín parece marcada por la autocomplacencia y las oportunidades perdidas. Se ha permitido que crecieran enormes desigualdades –de riqueza y oportunidades– entre países y dentro de los mismos países (…) El racismo, en sus formas tradicionales y en sus versiones modernizadas y maquilladas, vuelve a ir en aumento, revolviéndose bajo nuestras civilizadas calles como un monstruo que despierta. Por el momento parece faltarnos una causa progresista que nos una. En lugar de eso, incluso en las ricas democracias occidentales, nos estamos fracturando en facciones rivales desde las que competir a cara de perro por los recursos y el poder.”

En el turno de opiniones sobre la novela, hubo una clara división entre los defensores y los detractores de la misma.

Para Carmen se trata de una obra breve, que sugiere más que lo que dice, como El túnel de Ernesto Sábato, El extranjero de Albert Camus, La metamorfosis de Franz Kafka o Paradero desconocido de Kressmann Taylor, aunque con algo añadido: el peso de la cultura oriental, la cual deja muchas incógnitas, difíciles de despejar, sobre todo para un lector occidental.

Benito coincidió con ella en que el arte de la sugerencia se materializa en Pálida luz en las colinas, novela que le ha gustado mucho, sobre todo por sus personajes femeninos, con los cuales se identifica.

En cambio, a Miguel le parece una obra menor, porque ningún personaje le dice algo. Se plantea:“¿Qué es lo que pretende Ishiguro? ¿Con qué intención está escrita?”; pero no ha encontrado respuestas a estas preguntas. “Quizá sea -añadió- la cultura oriental, y en particular la japonesa, que ni la entiendo ni comulgo con ella”.

En una posición similar se situó Enrique, quien reconoce no haber pasado de la página treinta.

Inés comentó que primero había escuchado la novela en audio libro y después la había leído, y su valoración global es positiva, sobre todo por la figura de la narradora, Etsuko, que se esfuerza en desvelarnos el drama de cada personaje.

Víctor confesó que le había costado leerla, en especial el primer tercio de la misma; aunque le había interesado más, a partir de la aparición de Ogata-San y las conversaciones que mantiene con su hijo y con la mujer de éste, Etsuko.

José Ángel comentó que, durante la lectura, se había sentido enganchado e interesado moderadamente; pero, un vez concluida esta, había llegado a una interpretación del suicidio de Etsuko y, en general de la novela, que le había  cambiado, a mejor, su valoración. En concreto, entendía que el acto de quitarse la vida simboliza la desaparición de lo que le une a la cultura japonesa.

María, finalmente, coincidió con José Ángel en que es una novela sobre la que se vuelve, después de haberla leído. Le había gustado el trasfondo del suicidio y de la Segunda Guerra Mundial, así como el misterio generado por el autor, que va saliendo poco a poco a la luz. Igualmente, la reconstrucción de la historia, a través de la memoria.

Sobre el título, comentamos que la protagonista y narradora de la historia contempla, con frecuencia, ese paisaje: “Pasaba muchos ratos, igual que haría en años siguientes, con la mirada perdida en el paisaje que se veía desde mi ventana. En los días claros, al fondo, detrás de los árboles de la orilla del río, se apreciaba un contorno borroso de colinas que contrastaba con las nubes…”. Son las colinas de Inasa, zona cerca de Nagasaki, a donde hicieron una excursión Etsuko, Mariko y Sachiko, y cuya contemplación sirve de alivio a la primera, frente a las largas tardes vacías.

También coincidimos en que esa palidez del paisaje puede estar relacionada con la indefinición de los personajes y con el misterio que encierran, que no termina de aclararse, así como con la inseguridad de la narradora al evocar sus recuerdos.

En cuanto al tiempo interno, la novela empieza con la visita de Niki a su madre, Etsuko, cuando ambas se encuentran en Inglaterra; después, esta evoca su vida en Japón treinta años antes, cuando estaba embarazada de su otra hija,  Keiko (“Estaba pensando en alguien que conocí una vez…”); y finaliza con una vuelta al presente, que coincide con la marcha de Niki. Por tanto, su estructura es circular, de tal forma que, al acabar la lectura de la novela, parece que volvemos leerla.

Etsuko, la protagonista, narra en 1ª persona la historia, aunque duda de su memoria al recordar: “Es posible que con el paso de los años mis recuerdos hayan perdido nitidez, que las cosas no sucedieran tal y como me vienen ahora a la memoria”. Esto hace más creíble lo que cuenta, aunque, al mismo tiempo, sabemos que su visión es muy parcial, no sólo en el conocimiento de los hechos, sino en su interpretación.

Estuvimos de acuerdo en que los personajes tienen en común su indefinición, pues callan más que lo que dicen, no acabamos de conocerlos del todo, ni sabemos con seguridad el futuro que les espera a cada uno de ellos. También les une el sentimiento de insatisfacción.

Nos detuvimos en los siguientes:

  • Niki es la hija pequeña de Etsuko que no estaba muy unida a su hermana mayor. Se muestra afectuosa con su madre a quien no considera culpable del suicidio de esta. Es independiente y, a diferencia de su hermana, con la que tenía algunos puntos en común, demuestra seguridad en sí misma.
  • Keiko es la hija mayor que acaba suicidándose. Tenía un temperamento violento y posesivo, cuando era pequeña, como su hermana, aunque, al haber nacido en Japón, está más influida por la cultura de este país. Tiende a aislarse de los demás, incluida su familia.
  • Sachiko es una mujer de unos treinta años que vivía con su hija de diez en Nagasaki, en un caserón de madera, que había sobrevivido a la devastación de la guerra. La consideraban fría y antipática; pero Etsuko se hizo su amiga, durante unos meses. Nunca se inquieta por nada y parece muy segura de sí misma. Tiene relaciones con Frank, que pertenece a las fuerzas de ocupación estadounidenses.
  • Mariko es su hija y está traumatizada por la imagen de una mujer recuperando el cadáver de su hijo del río, después de la explosión de la bomba atómica en Nagasaki. Tiene una gran imaginación, pero es poco sociable y no puede ver al amante americano de su madre.
  • Jiro es el primer marido de Etsuko y padre de Keiko. Siempre ha tenido una vena derrotista, pues “cuando no consigue lo que quiere, se enfurruña y ya no hay nada que hacer” (Ogata-San). Según nos revela su mujer, no quería vivir con su padre, lo cual provocó muchas discusiones, porque no era lo normal en el Japón de aquella época. Es competitivo y ávido por ascender en su trabajo.
  • Ogata-San es un profesor jubilado que ha ido a visitar a su hijo, Jiro, y  a su nuera. Se presenta como un hombre educado, que no entiende muy bien los cambios que se están produciendo en su país, después de la Segunda Guerra Mundial.
  • Y Shigeo Matsuda es también profesor, pero escribió un artículo en el que criticaba a Ogata-San por cómo ejercía su profesión, enseñando a los niños a no ver y a no hacer preguntas. Tiene ideas comunistas.

Sobre los temas que aparecen en la novela, comentamos:

  • El suicidio de Keiko está presente en las conversaciones entre su hermana y su madre y, en un momento dado, la primera le dice a la segunda: “Creo que papá debería haberse ocupado un poco más de ella, ¿no? La ignoraba casi todo el tiempo. La verdad es que no fue justo”. Nos referimos a otras posibles causas del mismo; pero la aportación más original fue el simbolismo que le reconoció José Ángel, relacionándolo con la muerte de la cultura oriental.
  • La amistad entre Sachiko y Etsuko, pues ambas consideran así su relación, aunque se ocultan muchas cosas sobre sus vidas respectivas: “Nunca conocí bien a Sachiko. Nuestra amistad fue cosa de unos cuantos meses de verano, hace ahora muchos años”.
  • La imagen de la familia se presenta bastante deteriorada, como lo prueba: la convivencia aparentemente feliz de Etsuko con su primer marido, Jiro; las relaciones distantes entre Niki y Keiko (“Sólo la recuerdo como alguien que solía hacerme desgraciada” -le dice primera a su madre); la fría relación de Sachiko con su hija y con su amante Frank; etc.
  • La emigración se plantea como una forma de superar los problemas. Un ejemplo es el de Sachiko, que planea marcharse a América, en busca de una vida mejor, sobre todo para su hija, que gozará de más oportunidades que en Japón. Además, no soporta ver la miseria de este país: “Confío en que ésta sea la última vez que veo tanta miseria”.
  • La Segunda Guerra Mundial, y en concreto el lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki, condiciona la vida de los personajes, aunque las referencias sean mínimas, porque éstos recurren quizá al silencio como estrategia para sobrevivir y superar el trauma de la guerra.
  • Y la cultura tradicional japonesa frente a la cultura americana. La primera la representan personajes como Ogata-San, su hijo, Jiro, o la prima de Sachiko, para quienes, por ejemplo, la mujer debe estar subordinada al hombre: “No es bueno que una mujer esté sin un hombre que la guíe”. La segunda la encarna sobre todo Niki, quien se rebela frente al único destino de casarse: “Por Dios, madre se pueden hacer infinidad de cosas. Lo que no quiero es verme arrinconada con un marido y un montón de hijos gritando”. Luego, hay personajes que viven con dramatismo el cruce de las dos culturas, como es el caso ya comentado de Keiko, cuyo suicidio en parte se debe a esto.

 

Próxima lectura: Las vírgenes suicidas de Jeffrey Eugenides, novela que ha sido llevada al cine por Sofía Coppola, y de la que hablaremos el miércoles, 9 de enero de 2019, a las 17:30.

 

 

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