Una escritora olvidada

Luisa Carnés es, en efecto, una escritora olvidada, en nuestra historia de la literatura, pero, afortunadamente, recuperada para todos los lectores por Antonio Plaza, autor del epílogo de Tea Rooms. Mujeres obreras, novela de la que hablamos el pasado miércoles, en la Sala Catedral del Albergue Juvenil, por gentileza de nuestro amigo y miembro del Club de Lectura del IES Gran Capitán, Victoriano Villén.

Carnés nace en Madrid, el 3 de enero de 1905, en el seno de una familia humilde y numerosa. Los escasos ingresos familiares y su condición de hija mayor la obligan, a los once años, a abandonar la escuela para convertirse en una trabajadora manual. La necesidad de evadirse de esta dura realidad la lleva, primero, hasta la lectura, y después, a la escritura. En ausencia de instrucción escolar, su formación es autodidacta, sobe todo por la lectura de Tolstoi, Dostoyevski y Gorki. Sus dos primeros libros son Peregrinos de calvario (1928) y Natacha (1930); pero su consagración como escritora le llega con Tea Rooms (1934), novela basada en su experiencia personal y donde expone la situación de las mujeres que trabajan, obligadas a compaginar la atención al hogar con una actividad profesional externa, que les condena a unas duras condiciones de trabajo, muy por debajo de las de los hombres. En palabras de Antonio Plaza, “Examinada con una mirada actual, «el interés de Tea Rooms radica en la capacidad de la autora para trazar rasgos de personajes transgresores, que cuestionan la normativa de género impuesta socialmente”.

En el turno de opiniones sobre la novela, Carmen explicó que le había gustado, sobre todo, por lo que no dice, como Seda de Baricco, El extranjero de Camus o La metamorfosis de Kafka, y porque, a diferencia de estas novelas, está escrita por una mujer. Añadió que Tea Rooms es parca y minimalista, como se aprecia, por ejemplo, en este pasaje donde se describe lacónicamente la muerte de Laurita, provocada por un aborto clandestino: “Ahí dentro, en una habitación reducida de paredes azuladas, queda el cuerpo exangüe de Laurita, envuelto en una sábana. Ayer tarde estaba en el salón de té, se movía de un lado para otro, sonreía llena de vida, hablaba, y ahora está inmóvil, marcado el rostro por una trágica amarillez, perdida hasta la última gota de su sangre juvenil”. Además, su lectura le había recordado a una experiencia personal de trabajo en una confitería, en su época universitaria, donde las condiciones laborales eran muy similares a las que padecen Matilde y sus compañeras.

Benito dijo que le había entretenido e interesado por el momento de la historia de España en que la escribe Luisa Carnés y por la vigencia del problema que denuncia: la discriminación de la mujer. Le parece una novela muy visual y cinematográfica, tanto que leyéndola te estás imaginando la película. Los capítulos más significativos, en su opinión, son el 17 y el último, donde se abordan los problemas de mayor relevancia social, como el derecho a huelga y la confianza en una revolución social que mejore la vida de las personas oprimidas.

También manifestó una opinión favorable a Tea Rooms Lola Cortés por los temas trascendentes que plantea y por el idealismo de Matilde, la protagonista, a pesar de que está escrita en un lenguaje sencillo. Es la descripción de la vida misma, a través de una voz narradora que siempre ha identificado con la propia autora.

Clara confesó que no es la novela de su vida, pero que le había parecido interesante por su valor testimonial: la situación precaria de las clases trabajadoras y, en particular, la doble discriminación de las mujeres. Valoró igualmente el hecho de que una persona que se ha hecho a sí misma, como Luisa Carnés, haya sido capaz de escribir esta novela.

A Inés le ha extrañado la dificultad para encontrar Tea Rooms en las bibliotecas públicas cordobesas, cuando se trata de una novela de gran interés, porque refleja la situación de la mujer en la primera mitad del siglo pasado en España, la cual no es muy diferente de la actualidad.

Miguel Ángel destacó igualmente su carácter social y testimonial, por encima de sus valores formales, que le parecen limitados. También le había interesado por  sus destinatarios, es decir, los lectores a quienes va dirigida, que son las personas más desfavorecidas de la sociedad y con mayores dificultades para sobrevivir.

Para Enrique es un libro de lectura rápida, que clasificó como novela de tesis, con las ventajas e inconvenientes de este género literario. Refleja, en cierta medida, lo mal que lo hizo la República y cómo contribuyó a la Guerra Civil, siendo receptiva, por ejemplo, a las ideas comunistas, que emanaron de la revolución rusa. El final le parece melodramático.

Víctor, finalmente, abundó en su valor testimonial y en cómo refleja la sociedad madrileña de aquella época, incluyendo rasgos lingüísticos, como el laísmo (“Está empeñada en venir a la casa y darla un escándalo”). Sin embargo, el espacio cerrado, donde se desarrolla la historia, el salón de té, le había producido un cierto rechazo.

En el debate propiamente dicho, comentamos que Tea Rooms es una novela reportaje, porque refleja la vida personal de su autora, su propia experiencia como empleada en un salón de té de Madrid. De hecho, está escrita desde el punto de vista una tercera persona que parece estar observando lo que cuenta

La intencionalidad de Luisa Carnés es concienciar a la gente, denunciando las injusticias sociales, y planteado la necesidad de una mujer nueva, que busca su emancipación a través de la cultura, el trabajo especializado y la lucha colectiva.

En cuanto a los temas que aparecen en la novela, nos detuvimos particularmente en estos:

  • La pobreza, que se refleja en la casa de Matilde, la protagonista, donde solamente tienen para comer un pedazo de queso para seis bocas; y tambien en el pasaje, que leímos en alto, donde se cuenta que la mujer pobre prefiere el invierno a las demás estaciones: “En el invierno, la gente camina deprisa —cada uno a lo suyo—. Hace demasiado frío para fijarse en los demás. Llueve demasiado para detenerse a contemplar una pierna bonita. Y la muchacha modesta no se ve constreñida a caminar salvando el buen equilibrio de un zapato torcido. El invierno enerva los miembros y agrieta las manos desnudas; pero la mujer pobre lo prefiere al estío y a la primavera, porque ante todo tiene un sexo y un concepto de la feminidad, que cultiva como la mujer rica su fina desnudez en las playas cosmopolitas”.
  • La doble discriminacion de las mujeres, así como la necesidad de que se labren su propio destino luchando codo con codo con los hombres: “Creíamos también que nuestra única misión en la vida era la caza del marido, y desde chicas no se nos preparaba para otra cosa; aunque no supiéramos leer, no importaba: con que supiéramos acicalarnos era bastante. Hoy sabemos que las mujeres valen más que para remendar ropa vieja, para la cama y para los golpes de pecho; la mujer vale tanto como el hombre para la vida política y social. Lo sabemos porque muchas hermanas nuestras han sufrido persecuciones y destierros. Quiero decir con esto que, ya que los hombres luchan por una emancipación que a todos nos alcanzará por igual, justo es que les ayudemos; justo es que nos labremos nuestro propio destino”.
  • Las condiciones de trabajo miserables de las empleadas del salón de té, con espacios insalubres, como la oscura cocina sin ventilación y la pequeña habitación donde se cambian: “Qué asqueroso este cuarto —un metro cuadrado escaso—, antigua cabina telefónica, forrada con arpillera pintada de amarillo oscuro (nido de chinches y cucarachas), donde se visten y desnudan las empleadas. Una hornacina con tapa. Dentro huele mal. Las zapatillas de suela sucia y pringosa, los zapatos tirados en el piso y los vestidos pendientes de clavos, le dan aspecto de buhardilla trastera. Ni un solo agujero por donde la atmósfera pueda renovarse. Sobre la puerta, un pequeño espejo. La bombilla apenas lanza un débil resplandor. La aspiradora de la asistenta hace mucho que no asoma la nariz a este piso sucio y lleno de papeles arrugados, entre los que descuella la envoltura reluciente de algún bombón. En este escondrijo cambian las muchachas sus vestidos de calle por los uniformes de labor. En estos clavos cuelgan las empleadas cada mañana su personalidad para recogerla cinco horas después.”
  • La utopía comunista, que se extendió entre las capas más desfavorecidas de aquella sociedad, como la esperanza de una humanidad nueva donde desaparezcan los patronos y los capitalistas, y los pobres dejen de pasar hambre y calarse los pies en invierno. Pero que también es criticada por los sectores más conservadores que desprecian a los comunistas y bolcheviques.

Nos preguntamos, finalmente, sobre un posible maniqueísmo en la construcción de los personajes, al tratarse de una novela que subordina la forma al contenido, pues tiene como finalidad concienciar a los lectores de determinados problemas sociales; pero nuestra conclusión fue que, así como los que se pueden calificar de explotadores, como Teresa, encargada del salón de té, y don Fermín, dueño del mismo, carecen de complejidad, pues todos sus rasgos son negativos, los explotados, en cambio, demuestran capacidad para sorprendernos:

  • Matilde, a diferencia de las demás empleadas, es reflexiva y nada condescendiente con la encargada, que le exige halagar a los clientes, además de cumplir con su trabajo. Tiene conciencia social, al distinguir entre los que suben en el ascensor y los que lo hacen por la escalera interior, y al preconizar la solidaridad y la unión entre los trabajadores: “nosotras nos pasamos la vida gruñendo por la miseria que ganamos; pero no nos preocupamos por ganar más. Y con hablar por detrás no se arreglan las cosas. Tiene que haber solidaridad”.
  • Laurita, a pesar de su aparente superficialidad y de ser la ahijada del jefe, es alegre, cordial y solidaria con sus compañeras, así como observadora y hábil como dependienta. Desgraciadamente, su excesiva ingenuidad e imaginación, así como la discriminacion de la mujer y el conservadurismo de la sociedad, le conducirán a un trágico final.
  • Pierdo Fazzielo es el encargado de los helados; pero la preocupación mayor es su hijo que vive en Italia y cuyo pecado es ser revolucionario, por lo cual, primero, es detenido y, después, acaba muriendo en un encuentro entre comunistas y seguidores de Mussolini.
  • Marta entra a trabajar en el salón de té, después de rogar al jefe, por su situación familiar desesperada: cuatro hermanos hambrientos; una hermana, con niño pequeño, que es abandonada por su novio; un padre sin trabajo; y una madre sirviendo en casas pudientes. Se siente orgullosa de pertenecer a la clase social de los oprimidos; pero es despedida del trabajo, a causa de pequeños hurtos y acaba dedicándose a la prostitución.

Concluida la sesión, nos fuimos a comer, a sugerencia de Carmen, al restaurante Paseo ibérico, donde degustamos buenas viandas y bebidas para despedir el presente curso.

Próximas lecturas, a propuesta de Enrique y Carmen respectivamente:

La romana de Alberto Moravia, novela de la que hablaremos el 25 de septiembre, miércoles, a las 18 horas.

Y Las uvas de la ira de John Steinbeck, sobre la que debatiremos el 23 de octubre, miércoles, a las 18 horas.

A ver si podemos contar en ambas sesiones, que celebraremos en la Biblioteca del centro, con todos los miembros del Club de Lectura, preferentemente del alumnado.

Feliz verano lector para todos y todas.

 

2 pensamientos en “Una escritora olvidada

  1. ¡Magistral tu capacidad de síntesis, Matías, una vez más! Muchas gracias por tu labor en el Club, infatigable e impagable.
    Feliz verano lector a los y las miembros del Club; a quienes se acercan a la lectura como necesidad vital y humana.
    Saludos.

  2. Muchas gracias, Carmen. Ya sabes que esta tarea la realizo encantado y, además, los componentes del Club de Lectura me lo ponéis fácil con vuestros certeros y agudos comentarios sobre los libros.

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