El peligro de ser diferente

Si en algo estuvimos de acuerdo durante la animada y fructífera sesión del pasado miércoles, dedicada a Billy Budd es en la intencionalidad última de Herman Melville: el peligro de ser diferente, como lo es el joven protagonista, que se sale del camino establecido. La maldad del capitán Vere y sobre todo de John Claggart es la de quien ha renunciado a sus sueños y desprecia a quien los persigue. De ahí la vigencia del texto.

María presentó al autor, en su época. Melville nace en Nueva York en 1819 y tiene una vida bastante complicada. A los trece años, su padre muere probablemente suicidándose, lo cual le obliga a trabajar en los más variados oficios (chico de recado, marinero, copista, etc.), donde después se inspirará para escribir sus novelas. No puede ir a la universidad por motivos económicos. Tiene problemas con el consumo excesivo de alcohol y 1967 es un año funesto para él: su mujer, Elizabeth Shaw,mide el divorcio, acusándolo de loco, y su hijo mayor, Malcolm, se suicida.

Publica sus primeras novelas pronto y se hace famoso, pero luego su éxito decae, de acuerdo con los gustos del público, lo que hace que sus obras estén en un olvido relativo, hasta principios del siglo XX. Por ello, su muerte, el 28 de septiembre de 1891, pasó prácticamente inadvertida.
Su obra maestra, Moby Dick (1851) es una novela de aventuras que cuenta la travesía del barco ballenero Pequod, dirigido por el capitán Ahab, en persecución de una gran ballena blanca. También tiene dos obras breves muy bien valoradas por la crítica: Bartleby, el escribiente, de la que hablamos hace unas semanas y Billy Budd, novela inacabada, que se publica después de morir su autor.

El turno de opiniones sobre esta novela lo comenzó Clara, a quien le había costado entrar en ella por el estilo decimonónico en el que está escrito, con abundantes tecnicismos, relacionados con el mundo de la marinería. No obstante, Herman Melville le parece un gran escritor de guiones cinematográficos. Añadió que en Billy Budd hay mucho morbo en la relación entre el maestro de armas y el protagonista y que le habían llamado la atención las reflexiones en las que se aleja de la historia principal.

Jose, un alumno de Informática, se incorporó ayer al club, por primera vez, estimulado por su tía Adela, antigua y entrañable compañera nuestra, que le había hablado muy bien del mismo. Comentó que había intentado leer la novela en inglés; pero que, a causa de su dificultad terminológica, finalmente optó por hacerlo en español. No le había gustado nada por la escasez de acción, por la historia en sí misma y porque el desenlace le parece un tanto arbitrario.

En opinión de Miguel Ángel no sabemos lo que es del autor y lo que no es, puesto que se trata de una obra inacabada, que, además, se sale un poco del estilo con el que están escritas otras, como Bartleby, el escribiente. Le ve un sentido moralista, aunque con un planteamiento anacrónico de la figura del buen salvaje, es decir, del ser humano bueno por naturaleza del que habló Rousseau, en el siglo XVIII. Por otra parte, le parece una novela muy cinematográfica, sobre todo en los capítulos iniciales, donde presenta a los personajes. Finalmente, comentó, que reconoce al autor detrás de la obra, que es lo que busca siempre él en la literatura.

A Lola no le había enganchado ni interesado la novela, tanto en lo que se refiere a la historia que se cuenta como a la forma en que está escrita. Además, le ha parecido un final muy triste. No obstante, reconoció que no había profundizado lo suficiente en ella.

José Ángel comentó que le habían resultado más interesantes las interpretaciones que el relato en sí mismo, porque la lectura la había hecho con un cierta indiferencia, sobre todo por la simplicidad de los conflictos que se plantean.

Para Miguel la novela es fundamentalmente belleza, y el protagonista es el propio autor del libro, que está enamorado de su personaje Billy Budd. Sin embargo, esta obsesión por la belleza entra en contradicción con las ideas calvinistas que profesa. Añadió que está muy influida por la Biblia y por el idealismo de Platón.

Carmen dijo que Billy Budd es, en efecto, decimonónica por el lenguaje, especialmente, por las descripciones largas, y al mismo tiempo vanguardista, porque Melville introduce en el relato elementos ajenos al mismo y porque utiliza diferentes voces narrativas. En este sentido, es un pionero en su época. No termina de cerrar nada, quizá porque intenta generar suspense o porque se trata de un libro inacabado.

Finalmente, Benito, emocionado, confesó que le había encantado. Le parece una novela moderna desde el inicio, con la descripción de los marineros en el puerto, una escena claramente homoerótica. Por otra parte, le habían interesado mucho: la contraposición entre el bien y el mal; el tema de la envidia y a dónde nos puede llevar; el conflicto entre la ley y la moral individual… Todo tratado, además, en un espacio tan reducido como un barco, pero que se puede aplicar a otros contextos. Nos recomendó encarecidamente la película La fragata infernal (1963), basada en este libro, y que está dirigida e interpretada por Peter Ustinov.

En el debate, hablamos precisamente de la contraposición entre el bien, encarnado por Billy Budd, que representa a la naturaleza previa al gran pecado, y el mal, representado por el maestro de armas, John Claggart, un personaje mezquino, envidioso, y resentido.

Este último, aunque no se diga explícitamente, parece ocultar un deseo homosexual: “A veces, la expresión melancólica tenía un leve dejo de suave añoranza, como si Claggart hubiese sido incluso capaz de amar a Billy, a no ser por el destino y la maldición. Pero pronto se arrepentía de ello, como que esa mirada, que no se podía mitigar, pellizcara y arrugara su rostro hasta convertirlo momentáneamente en una especie de nuez reseca”.

Y del propio Billy se destaca su fuerza y sobre todo su belleza: “Si era preciso arrizar las gavias en plena tormenta, allí estaba él, a horcajadas en la punta de la verga, el pie en el «caballo flamenco», como en un estribo, agarrando con ambas manos la orejera como si fuese una brida, en una actitud muy similar a la del joven Alejandro domando al feroz Bucéfalo”.

Comentamos el conflicto entre justicia y ley, que se plantea en el juicio y que reconocemos en el discurso donde el capitán Vere trata de justificar la condena de Billy, al que ha aplicado la ley marcial: “Para tranquilizarnos un poco, recurramos a los hechos. En tiempo de guerra, en el mar, un marinero golpea a un superior de grado y el golpe es mortal. Independientemente de su efecto, el golpe es, de acuerdo a los Artículos de Guerra, un delito gravísimo”. Es decir, se guía únicamente por su fidelidad a la corona, por su moral institucional, no por su moral individual, que le hubiera llevado a considerarlo inocente, por las circunstancias concretas que rodearon la muerte de Claggart.

En este sentido, valoramos las páginas que dedica Melville para hablar de El Gran Motín que se produjo el mismo año que la historia de Billy Budd, con el fin de mejorar la comida y la vestimenta de los marineros, y acabar con la leva forzosa. Por eso, los capitanes de los barcos estaban siempre alerta, ante la posibilidad de un amotinamiento y aplicaban estrictamente la ley de guerra, como lo hace Vere.

También mencionamos el tema del acoso laboral, pues Claggart, quizá por envidia o por un deseo homosexual frustrado, o por ambas razones, odia a Billy Budd y no cesa de acosarlo en su trabajo hasta que consigue que lo procesen por incitación al motín. De hecho, el maestro de armas responde al perfil del acosador, tiene una red de colaboradores fieles y sigue una estrategia característica. A esto hay que añadir la connivencia o indiferencia de los jefes, como el capitán Vere, que pudo haberse abstenido de convocar el consejo de guerra, pero no lo hizo.

El fatalismo impregna el desarrollo de esta historia, porque, desde el principio con la presentación del protagonista, como un joven muy atractivo físicamente y de carácter humilde y bueno, aunque con el defecto de la tartamudez, intuimos que algo malo va sucederle y que no podrá hacer nada para evitarlo, al contrario, él mismo, con su comportamiento, contribuirá a su trágico final.

Curiosamente Billy reacciona ante su muerte con naturalidad, porque carece de ese miedo irracional, “que prevalece más en las sociedades altamente civilizadas que en aquellas llamadas bárbaras, que se mantienen más cercanas a la verdadera naturaleza”. Además, antes de morir, dijo: “Dios bendiga al capitán Vere”, palabras que fueron repetidas como un eco por todos los marineros, los cuales, sin embargo, en ese momento, sólo tenían en su corazón al joven que iba a a ser injustamente ahorcado.

En efecto, como dijo Benito, este aparente elogio se convirtió para el capitán Vere en un baldón durante toda su vida. Por eso, reaccionó así: “ya sea por su estoico dominio de sí mismo o por una suerte de parálisis momentánea, provocada por el impacto emocional, se quedó rígido como un mosquete en el armario del buque”.

Finalmente, en cuanto a la técnica literaria, valoramos muy positivamente la metanarración, es decir, las reflexiones de Melville sobre la propia elaboración de la novela:

“En este oficio de escribir, por más resuelto que uno esté a atenerse a la anécdota principal, algunas anécdotas secundarias tienen un atractivo difícil de resistir. Voy a pecar entrando en una de ellas…” (cap. IV)

“Este capítulo -se refiere al IX- ha sido necesario para explicar la naturaleza oculta del maestro de armas”

Las más de dos horas hablando de Billy Budd, la verdad es que se pasaron volando y, como siempre, todos aprendimos escuchando las opiniones de los demás. Valgan como ejemplo los minutos que dedicamos al Viejo danés, un marinero veterano y sabio, que traba amistad con Billy y le advierte sobre las intenciones de Claggart. Miguel puso el colofón, identificando al personaje con Tiresias, uno de los adivinos más célebres de la mitología griega.

Próxima lectura, a propuesta de Enrique: La feria de los discretos de Pío Baroja, novela de la que hablaremos el miércoles, 1 de abril, a las 17:30, en la biblioteca.

Otras sugerencias de lecturas que se hicieron: Joseph Andrews de Henri Fielding y Oh vosotros, hermanos humanos de Albert Cohen

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